LA MEJOR NEVERÍA DE LA CIUDAD DE MÉXICO

SEE ME

se los digo yo

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Lo sé, lo sé. Carece de inspiración. Y es probable que se trate de la estrategia publicitaria más utilizada por el hombre desde el inicio de los tiempos. Puedo, sin embargo, usar la frase «la mejor», como en LA MEJOR NEVERÍA DE LA CIUDAD DE MÉXICO, porque no se trata de publicidad ni de una estrategia. Y no hay otra manera de decirlo. Van a tener que confiar en mí. Y van a tener que llevar a sus hijos. Tómenlo como parte de su educación culinaria, un acercamiento a lo que sabían los alimentos cuando eran reales.

Impression

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Se llama LA ESPECIAL DE PARÍS y, como suele ser el caso de las cosas verdaderamente auténticas y de alta calidad, también es, pese a sus 95 años de antigüedad, uno de los secretos mejor guardados de CdMex. Seguramente debido en gran medida a que la nevería está ubicada en una colonia aún no gentrificada, y a la relajada postura de los dueños en torno al marketing. Y respecto a la decoración de interiores en la medida que se relaciona con el marketing. Tal vez la bizarra idea de que un producto es capaz de atraer a consumidores únicamente en virtud de sus méritos. ¿Será? De haberse hecho un esfuerzo en cualquier otra dirección, es posible que la nevería hubiese perdido justo lo que la hace tan excepcional.

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Lo que pueden esperar:

  1. Una gran dificultad para escoger un sabor. Esto es nouvelle antes de que nouvelle fuera nouvelle. Como en cuisine. Mucho, mucho antes de que palabras como «antiguo», «súper», heirloom y heritage comenzaran a utilizarse para describir la comida, las opciones de LA ESPECIAL ya incluían sabores como tuna con tequila, fresa con albahaca, cardamomo, matcha, yerba mate, tabaco, jengibre, zapote negro…
  2. Una distorsión del espacio-tiempo, crica 1984. Tal pareciera que la remodelación más reciente del lugar aconteció por aquellas fechas. Eso, o un cliente muy devoto y con un marcado gusto por el estilo Memphis-Milano, hizo una generosa donación de carteles, junto con varios litros de pintura para pared color peach (¿recuerdan ese tono? casi puedo escucharlo en voz de mi mamá).
  3. Una mayor dificultad para decidir, una vez que se topen con los «especiales» de  majestuosa decadencia, como el Khao, doble porción de helado coco-mango sobre arroz blanco al vapor, bañado con leche de coco. O el Double Ginger Shot, sorbete de jengibre con Canada Dry para mezclar. O el Rollo Philadelphia, un crocante rollo primavera relleno de queso con una bola de helado, espolvoreado con azúcar glass, todo sobre un espejo de salsa de zarzamora…
  4. Recetas e ingredientes que no han cambiado desde 1921, cuando LA ESPECIAL no era más que un puesto callejero atendido por Domingo Lozada cerca de su ubicación actual.
  5. Helado de vainilla hecho con vainilla. (Es decir, vainilla de verdad. Es posible que ignoren el dato: hace tiempo que la orquídea de origen mexicano prácticamente se dejó de usar para condimentar cualquier cosa, incluso el helado, dado el procedimiento artesanal y altamente costoso de su cosecha.)
  6. La conciencia de que están parados (o sentados, si tienen suerte) en lo que Salvador Novo, uno de los escritores y cronistas mexicanos más reconocidos, llamó «uno de los mejores lugares de la ciudad para tomar helado». Eso fue en 1946, de modo que podemos obviar la frase «uno de los», ya que esto fue antes de que todo lo demás se convirtiera en un Baskin Robbins o algo semejante.
  7. Boby McFerrin en las bocinas, crica 1988. No será producto de su imaginación succionada por el embudo regresivo del diseño interior. El radio también parece haberse estacionado en la época de Reagan, Joan Collins y Don Johnson.

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Lo que no pueden esperar:

  1. Que el mismo Daniel Lozada se acerque tambaleando para tomar su orden y luego responder preguntas acerca de los famosos que han pasado por LA ESPECIAL. Digo, el lugar ya está en su cuarta generación. No tienen permiso de retroceder más allá de los años ochenta.
  2. Precios altos. Parte de la magia que acompaña un desdén por el marketing que coloniza todos nuestros espacios, es la honestidad de los precios en LA ESPECIAL. Casi dan ganas de decirle a esa gente que debe de cobrar más.
  3. Encontrar el sitio a la primera. Ubicado en Avenida Insurgentes Centro #117, en la porfiriana Colonia San Rafael, LA ESPECIAL DE PARÍS está localizada en el extremo menos elegante de una de nuestras avenidas más transitadas, flanqueada por nada que se le parezca en términos de giros o estética. La mera hazaña de encontrar la nevería pondrá a prueba su capacidad para ver más allá de los artificios visuales que el mercado reinventa de modo constante para captar la atención de la burguesía urbana. Una pista: ninguno de sus clientes se parecerán a ustedes o a sus amigos.
  4. Probar una sola bola, un solo un sabor. Adelante. A que no pueden. (Sí, también lo sé. Sabritas no me pagó nada… ¿se lo tendré que pagar a ellos?)

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INSTA SEGÚN ANGLE

SEE ME
las burbujas de pensamiento sobre de la cabeza de un fotógrafo neoyorquino

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  1. ¿Por qué amamos Instagram?:

Basta con tocar una pantalla del tamaño de una libreta de apuntes para ver la obra de algunos de los mejores fotógrafos del mundo, de gratis y sin siquiera desplazarte de tu remoto rincón del universo.

 

  1. ¿Por qué odiamos Instagram?:

Es igualmente fácil (y más probable) toparte con una selva de pésimas imágenes captadas por todo tipo de -no me atrevo a usar la palabra «fotógrafos» , dejémoslo en «gente con cámaras».

 

  1. ¿Por qué amamos Instagram pese al #2?:

Roderick Angle. De cuyo trabajo no te enterarías de otra manera que no fuera ésta, ya que estás, por motivos varios, desconectado del medio neoyorquino de la fotografía, la moda o el cine. O tal vez tengas suerte.

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Mientras que un purista podría sentir la necesidad de clasificar su trabajo, Roderick Angle es sobre todo un cuentacuentos. Sus historias provienen de una amplia gama de universos y para contarlas, hace uso de lenguajes emparentados con la moda, la foto documental o incluso el cine.

Nos llama la atención, en especial, el trabajo personal de Roderick Angle: su agudeza urbana, su frescura pueblerina, su incisiva curiosidad periodística. Todo envuelto en un único paquete del estilo que sólo NY sabe producir.

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Las imágenes compartidas por Roderick en esta emisión de SEE ME forman parte de una serie de retratos llamada About Themselves o «sobre sí mismos». Le pedimos que nos prestara la serie dentro de la serie: una colección de fotografías y entrevistas mínimas orientadas a la identidad profesional de los niños. ¿Suena interesante? Sigue leyendo para más pistas.

Nacido en Kansas, criado en Nueva Jersey y pulido en Nueva York, Roderick Angle comparte sus opiniones acerca de hacerse grande, hacerse viejo y el modelaje infantil:

 

HUEVOS VERDES: ¿Nos puedes platicar de cómo surge la serie? ¿Cómo se llama? ¿Cómo te imaginas su evolución?

Roderick Angle: Mi serie de retratos en Instagram se llama About Themselves (sobre sí mismos) porque se trata de las historias de personas, contadas por ellas mismas. Me intereso por la identidad profesional de mis sujetos y aquello que influye en ellos, los acontecimientos que los han motivado a desarrollar una carrera en particular (o la ausencia de una). Comencé a incorporar fotografías de niños con una entrevista muy breve sobre qué quieren ser de grandes. Creo que esto le recuerda a la gente el largo camino que ha recorrido en su desarrollo profesional. Las respuestas de los niños suelen ser muy cómicas y necesariamente nos remiten a aquello que, de niños, queríamos ser de grandes. ¿Hemos logrado ser fieles a nosotros mismos? Creo que es una pregunta muy válida.

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H.V. : ¿Cuál es la diferencia entre fotografiar o acercarte a un niño, y hacerlo con un adulto? ¿Cómo encuentras el «momento decisivo» en ambos casos?

R.A.: En general, los niños son mucho más abiertos y sinceros que los adultos frente a una cámara. Para ellos, es un juego divertido. Es muy fácil fotografiar a los niños.

 

H.V. : ¿Cómo elegiste a tus jóvenes sujetos? ¿Qué es lo que te hizo elegir a éste niño en vez de aquél otro? ¿Cómo es el proceso? ¿Entablas una conversación primero, o sacas la cámara en seco?

R.A.: Elegí a este grupo de niños porque estaban frente a mí. Viven en el mismo edificio que yo. Yo suelo tomarle fotos a quien se deje. Me divierte mucho fotografiar a los más pequeños, los niños entre dos y siete años son más impredecibles.

 

H.V. : Al trabajar en la serie, ¿ocurrió algo que te haya sorprendido?

R.A.: No con los niños… ellos son bastante transparentes. Los adultos me sorprenden porque mucha gente desconfía de las cámaras, incluso ahora que hay cámaras por todas partes. La gente quiere controlar su imagen y la manera en que es vista. Hay quienes me han pedido dinero a cambio de una foto. Eso me parece absurdo.

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H.V. : Tú mismo eres papá. ¿Cómo te sentirías si alguien se acercara a tus hijas para pedirles una foto?

R.A.: Creo que depende por completo de la manera en que la persona se acerque, su motivación, su aspecto. Siempre pregunto antes de tomar una foto, de modo que tengo que pensar de antemano en cómo acercarme y estar preparado con una explicación. Si alguien lo hace bien, lo respetaría y permitiría que le tomara la foto a una de mis hijas. Dicho eso, me opongo al modelaje infantil profesional, a una edad tan temprana. Hay demasiado rechazo inherente a esa profesión para que lo pueda manejar un niño. He visto a adultos destruidos por lo mismo, así que no desearía exponer a mis hijas a eso.

H.V. : Las fotos de esta serie, o al menos las que aparecen en Instagram, están acompañadas por entrevistas ultra breves. ¿Cuáles son las entrevistas que más te han gustado?

R.A.: Aquellas que realmente cuentan algo inesperado son las mejores. Me gusta cuando la entrevista revela algo que no concuerda con el aspecto de la persona. Le tomé una foto a un hombre joven, trajeado, sentado en los escalones frente al New York Stock Exchange. Supuse que se dedicaba a trabajar en la bolsa de valores, pero resulta que era un empleado de ventas en Tiffany’s. Le pregunté en qué piensa cuando está trabajando, y me dijo que suele pensar en su «plan B». Esa entrevista me gusta mucho porque la verdadera historia de esa persona fue completamente distinta a mi hipótesis, y mucho más interesante.

2015-04-18 10.55.43-2 BOY ON SIDEWALK

H.V. : Alejándonos un poco del tema. Para la mayoría de los mortales, colocar nuestras deficientes fotografías (no sólo me incluyo, sino que me coloco al principio de la lista de «peores fotógrafos») en plataformas como Instagram, nos puede dar la falsa sensación de que nuestras malogradas, mal iluminadas composiciones son algo que vale la pena compartir. Esto hace que haya una increíble cantidad de basura flotando en el ciberespacio. La naturaleza de estas plataformas también hace que el fenómeno como tal parezca una suerte de concurso de popularidad. Puedo imaginar que en su conjunto, todo esto puede resultar molesto para un profesional de la fotografía. ¿Cómo ha cambiado tu manera de trabajar a raíz de las redes sociales digitales? ¿Crees que los fotógrafos a su vez pueden estar tentados a ser menos selectivos con lo que muestran? ¿Tiene alguna importancia?

R.A.: Yo creo que los fotógrafos profesionales tienen que aceptar el hecho de que las cosas han cambiado por completo y que tenemos una cámara en cada mano, filtros digitales predeterminados, Instagram, etc. Las cosas cambian y hay que cambiar a la par. Instagram es una gran plataforma para comunicar ideas visualmente, y eso es lo que siempre me ha interesado, de modo que me siento atraído naturalmente. Por supuesto que soy menos selectivo con Instagram de lo que sería si, por ejemplo, estuviera eligiendo fotos para mostrarlas en una galería. Y, ¿sabes qué? Muchas de las fotos que hubiera eliminado de mi selección, ¡terminan siendo las más populares! Es muy informativo.

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H.V. : ¿Hay algo que quisieras añadir?

R.A.: En este momento, estoy terminando una película documental sobre una artista llamada J. Morgan Puett, y su «complejidad del arte moderno» en la zona rural de Pennsylvania. También estoy por estrenar un sitio web, AboutThemselves.com, para mostrar ensayos fotográficos más extensos. Además, pienso continuar la serie de retratos de niños para AboutThemselves en Instagram.

 

DETÉNGANME ANTES DE QUE VOMITE LAS CARPETAS DE ENCAJE

SEE ME

películas para niños y el caso a favor de la animación stop-motion

still de Submarine Sandwich por PES

still de Submarine Sandwich por PES

Uno de los juegos preferidos de mi hija consiste en dar vida a sus lápices de colores, practicando una suerte de ventriloquia que hace posible el diálogo entre los distintos miembros de la familia lápiz. Dan de saltos, van a la escuela, a fiestas, al parque, se regañan, lloran. Cuando lo hace, su voz se torna un extraño y agudo susurro, de modo que la primera vez que entendí lo que hacía con sus lápices, por un segundo temí que se podría tratar de algún tipo de autismo bizarro. Luego entendí que ante mis ojos se desarrollaba un extraordinario ejemplo de lo que es capaz la imaginación de los niños. Y que si los lápices hablaran, seguramente sonarían así. Ahora, me da gusto cuando hace a un lado las Barbies a favor de los cubiertos o de ingredientes que toma al azar del refrigerador. Aunque luego me queje de tener que limpiarlo del piso, o de sus zapatos, o de los míos.

Poco originalmente, me maravillo de modo constante ante los juegos, cuentos y dibujos de mi hija, ante lo que logra hacer con cosas que no son juguetes. Cuando esta misma persona -quien cualquiera juraría carga un par de Duracel en alguna parte del cuerpo- deja de lado lo que está haciendo y pide ver una película en casa, puedo suponer con cierto grado de certeza, que está cansada, y que sentarse pasivamente frente a una pantalla es lo más cercano que llegará a confesar que necesita dormir. Lo cual no tiene nada de malo, todos necesitamos descansar. Lo que me parece interesante, es lo que esto dice de las películas animadas hechas para niños, algunas cuantas de las que somos dueñas.

Soy la primera en reconocer que nunca antes en la historia ha habido tanta variedad, sofisticación y diversidad en el quehacer cinematográfico. Las nominaciones más recientes a los Óscares comprueban que nos hemos vuelto un poco más inteligentes y exigentes como público, que tanto la sociedad como Hollywood ha comenzado a superar el gusto por el entretenimiento a la atole-con-el-dedo.

still de Western Spaghetti por PES

still de Western Spaghetti por PES

Dicho lo anterior, la mayor parte del cine de animación para niños sigue apegado a fórmulas que poco han cambiado desde que La cenicienta de Disney llegó a la gran pantalla en 1950, salvando a Walt Disney Productions de la bancarrota y en adelante convirtiéndose en su firma: la historia del marginado (princesas de hielo incluidas) y su transformación, lograda pese a las circunstancias y la adversidad. Es cierto que la fórmula ha producido algunas obras maestras que en definitiva merecen su lugar entre los grandes clásicos: Ratatouille, Buscando a Nemo, etcétera. Y, bueno, si funciona la fórmula, pues entonces, vénganos tu reino, ¿no?

Tal vez. No tengo nada en contra de las historias sencillas e inspiradoras. Son importantes para la sociedad y si han sobrevivido al tiempo y a las tramas más complejas, es porque necesitamos estos ejemplos para compensar por el sinsentido de nuestra existencia. No es un secreto que la humanidad prospera cuando mantiene la esperanza. Tampoco me molesta que esta fórmula diste de cómo la cultura occidental realmente lidia con sus marginados; no seré yo quien demerite la importancia de la fantasía y de distintas interpretaciones de la supuesta realidad.

still de Fresh Guacamole por PES

still de Fresh Guacamole por PES

Voy al punto: hay un mundo más amplio allá afuera, más que una sola historia que contar, más que una sola manera de contarla, más que una sola fuente de inspiración. Y de modo más importante: hay un montón de pequeños cerebros en espera de estimulación, ¡de desafíos!

Si eres el padre o la madre de un@ pequeñ@ de entre cinco y diez años, te apuesto el abasto de un año de Shiraz de Tasmania, que has visto más que tu dotación de películas para niños según los grandes estudios de animación. Y de ser este el caso, es probable también que te haya llegado a surgir la idea -aunque sea pequeña- de que la gran parte de estas películas se tornan en algún momento y en el fondo, indistinguibles la una de la otra.

(Si sientes que esto no te describe en absoluto y sin embargo eres el padre o la madre de un@ pequeñ@, entonces necesitas salir al mundo e informarte de lo que los medios le están dando de comer a nuestros hijos, con o sin nuestro consentimiento. Si aún así no te sientes aludido, entonces ve la (fabulosa) película En el bosque, un ejemplo de lo que pasa con los clientes insatisfechos de los cuentos de hadas y la fijación adulta que genera la necesidad de replantearse esas historias. Y para comprobar además que Disney no desaprovecha la oportunidad de capitalizar incluso su disidencia.)

Más o menos cada cinco años se estrena una película animada arrasadora, que todas las demás películas producidas a lo largo de los siguientes cinco años intentan repetir, imitar, o al menos recordar, lo cual resulta en una sobreproducción de cintas que aspiran al mismo éxito comercial y que compensan sus deficiencias con efectos espectaculares (ni hablar de la igualmente espectacular violencia, pero ese es tema para otro día). ¿Puede haber algo más molesto?

Bueno, allí lo tienen: hay algo profundamente molesto e incluso indignante, en una película cuya historia no atrapa tu atención lo suficiente para evitar su total transparencia, para evitar que tu mente se distraiga imaginando la enorme cantidad de trabajo desperdiciado en su realización… las proyecciones en Excel que buscan articular cinta con lucro deseado con espectador probable, el tema musical regurgitado electrónicamente y su por siempre anónima intérprete, la maquiladora de postproducción en Bangalore y su pequeño ejército de hombres que trabajan con teclados manchados de cúrcuma y a fuerza de chai azucaradísimo, dedicados exclusivamente y a lo largo de meses a la producción de «bello y peluche».

O, ¿soy sólo yo? Tal vez. Pero, créanme cuando les digo que también los niños son capaces de reconocer basura cuando la ven, aunque no sepan dónde queda Bangalore, aunque jamás hayan estado cerca de una hoja de Excel. La pregunta de fondo es: ¿Por qué querríamos imponerle tanta basura a nuestros hijos? Es como darles Zucaritas audiovisuales de desayuno, comida y cena (o su equivalente nutricional según tu localidad particular).

Y así como en el caso de las Zucaritas, sólo porque eso es lo que hay en los estantes, no significa que tenemos que comérnoslo. Sí existen opciones más saludables, aunque no se estén mostrando en cines cercanos a ti. Lo más seguro es que no se estén mostrando en cines cercanos a ti. Hay que cranearle un poco, buscarle, tal vez requiera de tiempo que no tienes, pero no te preocupes, allí es donde entra HUEVOS VERDES. Hemos hecho un poco de la tarea por ti.

Comenzaremos con algo suave, Western Spaghetti y Submarine Sandwich, dos cortos del director y animador stop-motion de Estados Unidos, PES (también conocido como Adam Pesapane), recomendado por la corresponsal de HUEVOS VERDES en Nueva York:

Lo maravilloso de la animación surrealista de PES, es que no se trata de imitar la «realidad», o de hacernos sentir bien, o incluso de la coherencia. Al utilizar objetos cotidianos, reconocibles, y dotarlos con otra función y propósito, de tal modo que transgreden su uso tradicional una y otra vez, en un acto perpetuo de transformación, PES nos invita a jugar con los significadores que le colocamos a las cosas, desafiándonos a ver algo más de lo que está «allí». Poco cine puede mostrar tanta afinidad con el proceso creativo de los niños.

Los cortometrajes de PES son invitaciones exquisitas a suspender nuestra incredulidad, en el sentido propuesto por Coleridge, para habitar un espacio mágico y subjetivo donde cualquier cosa es posible. Un espacio donde las preguntas hacen cosquillas y son mejores sin respuesta, donde la creatividad puede florecer. En mi opinión, esto es mucho más fascinante que preguntarse acerca de la tecnología que hace posible el finísimo bello facial de un personaje animado. Ah, sí, casi se me olvida: PES fue ese tipo al que nominaron para la gran O en 2013 por otra gran cinta stop-motion: Fresh Guacamole. Vale la pena asomarse a su sitio Web para ver más (una amigable advertencia: no todo lo que allí aparece es apto para menores… ¡disfrútenlo!).

Quizá no resulte sorprendente que una de las primeras influencias de PES sea el cineasta Checo Jan Švankmajer. Un surrealista clásico, Švankmajer, al igual que PES, ha trabajado de modo extenso con alimentos, aunque sus ambientes son más experimentales, inquietantes y a veces perturbadores. Platicaremos acerca de su trabajo en un número futuro, en una segunda parte de DETÉNGANME ANTES DE QUE VOMITE LAS CARPETAS DE ENCAJE.

AY, AY, YAYOI

SEE ME
Ojo con el Santa pastelero
Yayoi Kusama

Yayoi Kusama

Ejemplo número uno. Absorta en la creación de un dibujo, mi hija de cuatro años se detiene de pronto. Visiblemente horrorizada, exclama: «¡Ay, no! ¡Me salí de la línea!» Casi de inmediato, sin embargo, se recupera, hace a un lado el dibujo y toma otra hoja de papel en blanco. «Salirse de la línea no es bonito, ¿verdad?» dice alegremente, más una declaración que una pregunta.

Ejemplo número dos. Jugamos a la escuelita. Ella es la maestra y yo su alumna. Por supuesto. Me ordena dibujar algo, cosa que me doy a la tarea de hacer con mucha diligencia, hasta que de la nada, amenaza con extirpar el papel que yace debajo de mi crayola. «¡No! ¡No hacemos rayones, los rayones son feos!»

Situaciones como estas se repiten de vez en cuando, con leves variaciones, desde que mi hija entró a la escuela.

The Obliteration Room, Museo Rufino Tamayo

The Obliteration Room, Museo Rufino Tamayo

-No todos los rayones son malos o feos -le digo. Hay muchos artistas que hacen justamente eso: rayones. Y se salen de la línea. Todo depende de lo que quieras comunicar con tu dibujo. La próxima vez que tu maestra te diga que los rayones no son bonitos, le puedes decir eso.

Estoy consciente de que con ello puedo provocarle un problema en la escuela, pero hay algo que simplemente me impide estar de acuerdo con ideas formulistas y más tratándose del arte. Incluso de niña, me enfurecía el designio de producir cosas como una cara de Santa Claus hecha de enseres pegados a un plato pastelero de papel blanco, una obra necesariamente idéntica al ejemplo proporcionado por la maestra. No es que no me emocione el potencial del plato desechable como material artístico. Lo que me molesta es la falta de libertad creativa que se le impone a nuestros hijos, el impulso de «lindo» y «bonito» como valores estéticos.

The Obliteration Room, Museo Rufino Tamayo

The Obliteration Room, Museo Rufino Tamayo

Hace poco, durante la clase de fútbol de mi hija, hablaba del tema con otra mamá y le compartí estas preocupaciones.

-Pero todo lo que les enseñan en la escuela los prepara para otra cosa -me explicó, como si se me hubiera escapado la esencia del Santo Grial. No dibujan por dibujar; el dibujo los prepara para escribir.

Sentí que me transformaba en Elaine Benes en el episodio de Seinfeld en el que queda atrapada en un carro del metro de camino a una boda lesbiana, mis propios pensamientos una histérica voz en off: «Me perdonas, pero el dibujo no es algo que hacemos con el objetivo posterior de escribir, como tampoco comemos con el objetivo posterior de defecar. ¿Acaso todo lo que hacemos tiene que rendir una utilidad o un producto? ¿Estás pero bien contenta de alimentar con tu hijo a un sistema educativo que sofoca todo potencial creativo y escupe robots ultra productivos? ¿Qué eres, una contadora?» (Una disculpa para los contadores entre ustedes, no fue posible controlar mis pensamientos…)

Infinity Mirrored Room -The Souls of Millions of Light Years Away (2013)

Infinity Mirrored Room -The Souls of Millions of Light Years Away (2013)

En el universo visible para aquella mujer, le sonreí amablemente y con la mirada busqué a mi hija. Al fin la advertí a lo lejos, extirpando puños de tierra de debajo del césped artificial mientras que los demás niños corrían con esmero tras la pelota.

Es aquí donde entra a escena la gran Yayoi Kusama. Yayoi, reina del rayón. De la mancha. De la obliteración. Cito del diccionario de Google:

rayar: (ra’ʝaɾ). Verbo transitivo. Tachar lo manuscrito o impreso con rayas. Sinónimos: tachar, eliminar, borrar, suprimir, anular, obliterar

Tuvimos la suerte de visitar Obsesión Infinita, la exposición retrospectiva de Yayoi Kusama en el Museo Tamayo de la Ciudad de México. Cuando le mostré a mi hija la fotografía de una Yayoi joven, vestida con un leotardo rojo y echada encima de un sinnúmero de protuberancias blancas (lo sé, sé que son fálicas, pero ella todavía no tiene por qué saberlo) cubiertas de lunares rojos, gritó al instante: «¡Quiero ser ella!»

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Infinity Mirror Room – Phalli’s Field (1965)

Felizmente, la instalación Infinity Mirror Room – Phalli’s Field (1965) forma parte de la exposición del Museo Tamayo, donde tuvimos la oportunidad de verla, si bien no la de acostarnos en ella. De haber tenido cuatro años, tal vez yo también hubiera expresado en voz alta mi frustración ante los veinte segundos contados por reloj que nos dejaron permanecer en la sala. También me hubiera quejado abiertamente de no poder echarme de espaldas sobre el suave jardín rojiblanco, al igual que Yayoi con su leotardo.

Infinity Mirror Room, Rufino Tamayo Museum

Infinity Mirror Room, Rufino Tamayo Museum

Kusama ha explicado que ésta y otras instalaciones son referencias de o aproximaciones a las alucinaciones que sufrió de niña, en las que su entorno se tapizaba con estampados. Como quien intenta, a fuerza de voluntad, obliterar, camuflar, tachar un entorno especialmente angustiante con manchas de colores que se multiplican sin fin. Cualquiera se puede identificar con esa sensación. Yayoi siempre ha sido franca al hablar del abuso y opresión vividas a lo largo de su infancia y adolescencia. Primero, en Matsumoto y luego en Kyoto, donde inició sus estudios de pintura: «Cuando pienso en mi vida en Kyoto, quiero vomitar». No es difícil imaginar su resentimiento al ser una chica con aspiraciones artísticas avant-garde en el Japón de la Segunda Guerra Mundial, como tampoco lo es sentir el alivio exuberante que puede representar la creación y habitación emocional de sus atmósferas.

Su obra no es desconocida, tal y como lo comprueban las filas interminables que se forman a la entrada del museo desde que se inauguró la exposición a fines de septiembre. Desde sus «happenings» desnudos en los espacios públicos del Nueva York de los años sesenta, hasta sus colaboraciones con Marc Jacobs para Louis Vuitton en 2012, Yayoi ha logrado decepcionar a su público de manera insistente, al hacer lo contrario de lo que se espera de ella. Lo cual, en mi opinión, es de las mejores cosas que un artista puede hacer por nosotros.

Happenning Explosión Anatómica Anti-Guerra, 1968, Puente de Brooklyn, NY

Happenning Explosión Anatómica Anti-Guerra, 1968, Puente de Brooklyn, NY

Hay quienes se han referido a Kusama como «la princesa de los lunares», cosa que demerita la fuerza e intención de sus paisajes de obliteración y sus ambientes envolventes e infinitos. Obra que sólo es posible crear en la segura amplitud de un hospital psiquiátrico. Después de todo, Yayoi ha vivido de manera voluntaria en el Hospital Seiwa para Enfermos Mentales de Tokyo desde 1977, trabajando en su estudio ubicado a unos cuantos pasos. Que Kusama haya elegido su residencia por necesidad o excentricidad, ha sido tema de controversias vetustas y desde mi punto de vista irrelevantes, en tanto que se trata, sin duda, de un lugar en donde nadie espera menos de ella que los quehaceres más delirantes, desvariados y, Dios la tenga en su gloria, fuera-de-las-líneas.

intervened PAPER PLATE SANTA jpegSi no tienen la suerte de vivir en una ciudad en la que se ha presentado o se presentará la exposición de Yayoi, ¡aún pueden deleitarse con este video! ¡No se les olvide deleitar en compañía de sus pequeños!

¿Ya ven lo que puede suceder cuando la gente es obligada a pensar dentro de cajitas lindas y bonitas? Con algo de suerte, terminan por convertirse en Yayoi Kusama.